¿Vendes tu tiempo o vendes tu habilidad?


Nunca me olvidaré de aquella cena de Navidad que celebramos fuera de casa. El día en que vi, por primera vez, una gran suma de dinero en metálico. Por supuesto, no venía de mis padres. Ellos lo tenían bien registrado en sus cuentas bancarias. Los billetes venían de un empresario. Aquel día entendí que se podía trabajar de otra forma, pero he tardado más de 20 años en poderlo comprender.

01. EL MODELO TRADICIONAL

En mi infancia feliz interioricé con naturalidad y cierta inocencia que la vida consistía en estudiar, trabajar, crear una familia y ser buena persona. Y que el trabajo se estructuraba en tres bloques y un resultado: colegio, universidad, trabajo y salario.

A los veintipocos mi plan iba viento en popa. Dos cuartas partes ya estaban hechas.  Solo quedaba clarificar dónde y para quién trabajar y resultó ser la industrial, siempre gris y nebulosa ciudad inglesa Sheffield. A pesar de vivir sola en una ciudad y país desconocidos y captar menos de un 30% de la información que escuchaba, recibir mi salario a final de mes se me seguía antojando desmerecido. Cobrar por hacer lo que venía haciendo sin cobrar. Life is great. Aunque no vea el sol.

Me sentía como una niña balanceándome con ímpetu en el columpio y la cabeza vacía de pensamientos. No sentía aún el peso de la responsabilidad, el estrés, la inseguridad. Pero ay de esa ambición desmedida, que diría Puchito.

Pronto adquiriría nuevos retos que trajeron consigo gran satisfacción — y sus parejas de baile: un párpado vibrante, menos horas de vida social, una agenda poco flexible y un elevado sentido de la responsabilidad.

Todos esos invitados comenzaron a invadir la cabeza de esa niña que antes se columpiaba con fervor. ¿De verdad compensa ese esfuerzo extra? ¿Esa conversación diaria de las 8 de la noche para mantener ese cliente? ¿Esa tarde de un domingo de estudio para prepararte la reunión con ese cliente potencial? ¿De verdad compensa darlo todo cuando trabajas para un tercero y tu salario no contempla retribución por estas actividades?

Un día te lo planteas.

Otro te enteras y al otro no te puedes des-en-te-rar.  De que en esencia, cuanto más haces, menos ganas. Y de que debes tomar una decisión: asumir el riesgo o asumir el coste de oportunidad. 

02. MARZO 2020: UN PUNTO DE INFLEXIÓN

Las calles se vacían. Los hospitales, al contrario, no.

El 11 de marzo de 2020 se declara la pandemia de la covid-19.

Los más afortunados trasladamos, a toda velocidad, los datos a la nube y la silla y el ordenador al salón. Los más afortunados nos encontramos, al día siguiente, realizando la misma labor.

¿Qué está pasando y qué pasará después de que pase lo que sea que está pasando?

Así empiezan casi todas las conversaciones. Y en todos los posibles escenarios, parece inevitable asumir que la realidad laboral cambiará. Cinco años (y dos días) después, me pregunto si verdaderamente ha sido así. Si el innegable cambio que se ha producido es estructural o simplemente un ajuste superficial.

Pues si de verdad hubiéramos entendido que el trabajo es una actividad y no un lugar, ¿no debería haber impactado en el sistema de asignación salarial?

03. LA ECONOMÍA GIG

Cuando contratas una obra, puedes hacerlo de varias formas. Las más comunes son: a precio cerrado o en libro abierto.

En el precio cerrado, la constructora se compromete a terminar el proyecto por una cantidad fija. Su beneficio vendrá determinado por lo bien que hayan medido las unidades con la información recibida. En el libro abierto, sin embargo, lo que se acuerdan son los precios de las unidades de obra y, finalmente, se cobra en función de lo ejecutado.

El precio cerrado vendría a ser, pues, similar al modelo tradicional, donde prefijamos nuestro salario antes de empezar a trabajar. El libro abierto, en cambio, se parece mucho más a ese trabajador que, acude a tu casa a resolver una avería y en función de su gravedad y el tiempo que haya invertido, te pasa la factura correspondiente.

Este segundo modelo no es el predominante todavía, aunque la tecnología está acelerando su crecimiento y ya le han puesto nombre: la economía gig, un modelo laboral basado en trabajos temporales o por encargo, donde los profesionales ofrecen sus habilidades de forma independiente y bajo demanda. 

En palabras más sencillas: vender y cobrar por tu habilidad.

04. ¿ES INEVITABLE?

No.

Pero sí es cada vez más factible. Basta (como si fuera poco) conocer tus habilidades, invertir tiempo en empaquetar el servicio y saber venderte. Las tres son complicadas, aunque la peor es saber realmente el qué.

De momento te lanzo una pista:

Donde está tu miedo, allí está tu tarea.  - Carl Jung. 

Me escribes. Si quieres. Te leo.

Carmen

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