Tras los muros inciertos de Murakami
Creas, creas y creas otra vez.
Plantas cada semilla con la esperanza de recolectar un fruto distinto al anterior. Y cuando ocurre, te convences de haber encontrado la respuesta por fin.
Pero no.
Pronto te das cuenta de que no fue la semilla quien tiñó el color de aquel fruto nuevo. Fue la humedad, la tierra, el calor. La semilla es más bien como un árbol que el otoño desnuda y el invierno congela. Un tronco que crece y se robustece y que sólo muta con ellas: Las estaciones. Lo que pasa fuera de sí.
Y entonces lo comprendes. Entiendes que aunque las respuestas cambien, la pregunta nunca lo hace. Pronto el artista comprende que sigue tratando de resolver la misma cuestión. Una y otra vez. La que le motivó a crear en primer lugar.
Como una manta que siempre te deja los pies fríos. La estiras, la extiendes y nunca es suficiente. La sacudes, le das patadas pero no llega a cubrirnos. - El club de los poetas muertos, Tom Schulman
¿Cuál es esa pregunta? - dirás.
Cualquiera que no consigas responder.
El único interrogante y todos los interrogantes a la vez.
La razón por la que uno tiene un impulso de crear. Esa necesidad incontrolable de conectar con la trascendencia, con lo intangible, con lo que no ves, con lo que quieres - y no sabes - explicar. El arte, en definitiva. Eso que empieza y termina contigo. Esa otra forma de ver la realidad que pacientemente espera que le descubras y le dejes actuar a través de ti.
Y lo que no se puede explicar con palabras, mejor no tratar de explicarlo de ninguna forma.
— Kafka en la orilla, Haruki Murakami
Como esos muros cambiantes e indeterminados que rodean la ciudad del último libro de Murakami en dónde reside nuestro verdadero ser.
Mi auténtico yo vive allí —aseveraste un día—, rodeado por la alta muralla, dentro de la demarcación de la ciudad.(…)
Pero ¿qué se tiene que hacer para entrar?
Basta con desearlo. El problema es que desear algo, de corazón, no es tan sencillo. Conseguirlo lleva tiempo. Y durante ese tiempo hay que desprenderse de muchas cosas. Cosas importantes para ti. No te rindas, en ningún caso. La ciudad estará siempre esperándote. No va a desaparecer. - La ciudad y sus muros inciertos, Haruki Murakami
En este libro, Murakami vuelve a usar como excusa una historia mágica y surrealista para explorar lo que la subyace: ¿Cómo encuentro y habito mi yo verdadero?
El simbolismo y el significado son dos cosas distintas. (…) Los artistas son capaces de evitar la redundancia - Kafka en la orilla, Haruki Murakami
Este escritor japonés me embauca con esa prosa fresca y simbólica, que no alimenta mi intelecto sino mi corazón. Libro tras libro resuenan en mí sus interrogantes y aún con mayor fuerza en éste último en el que experimenté, incluso, una suerte de deja vù transversal cuando, al leer este fragmento, pensé haberlo escrito antes yo:
Durante más de una semana, no he hablado con nadie, ya que las palabras que acuden a mi boca no representan lo que realmente deseo expresar: ¿qué sentido tiene hablar? No, no voy a abrir la boca, me quedaré en silencio. Pero no se trata de mantener el silencio por el silencio en sí mismo; se trata de que si digo cosas que no se corresponden con lo que siento, tengo la impresión de estar dañándome y rompiéndome en añicos, hasta quedar reducida a polvo. - La ciudad y sus muros inciertos, Haruki Murakami
Mi corazón se ha endurecido, quería protegerse. Protegerse de mí que siempre le pongo en segundo lugar. Quiero llorar pero no lloro. No quiero hablar porque mi corazón se cree lo que oye. Yo no quiero que tú oigas eso. Así que no voy a hablar. Quiero darte lo que me pides sin que te des cuenta, para que no sufras. Esta vez te pongo primero a ti. Te regalo mis palabras. Te regalo mi silencio. - Escrito propio, Sheffield, 2014.
Hace algún tiempo acepté que no conseguiría responder a ciertas preguntas. Precisamente, en el mismo momento, en que decidí no dejar de perseguirlas.